miércoles, 29 de octubre de 2008

Jugadas Inocentes


Cuando era más chica, jugaba de manera muy competitiva el ajedrez.
Me gustaba ir a los torneos porque era conocida.


Recuerdo que cuando decían el nombre de algún competidor, y después de un breve momento decían: contra Cortés - Fernanda, la niña o el niño temía y daba por perdida la partida que ni siquiera había empezado a jugar.

Eso me hacía sentir con seguridad, y hace algún tiempo, en cualquier juego es un placer para mí destrozar a mi oponente, dejarlo con nada para defenderse, atacando puntos que el no había visto, dejando en claro que soy mejor que él, y si no lo soy, hacer creer eso. Así me había enseñado mi entrenador.

Me costó aprender a destrozar al jugador contrario con una sola mirada.

Al principio sólo jugaba porque me gustaba jugar, no había otra razón más que esa. Me gustaba viajar en clases, salir en televisión y en los diarios, ser invitada por intendentes a desayunos y cosas por el estilo, y más que todo me gustaba compartir con gente nueva, y viajar en avión.

Pero cuando fui creciendo un poco y tenía fama al momento de tocar un tablero, cuando las piezas de los otros jugadoras eran movidas por miedo a que las mías los destrozaran sin piedad. En ese momento sentí mucho presión en mí.

De un momento a otro mi mamá siempre me iba a ver a los torneos regionales, a los nacionales y demaces no podía, por lo que los que eran dentro de la región no se los perdía. Llamaban mis profesores para ver qué lugar había sacado, y mi entrenador para ver cómo estaba jugando.
Hasta que en un campeonato perdí contra una niña que no era mejor que yo, y recibí muchos retos.


No me sentía mal por haber perdido, a cualquier persona le podía haber pasado, pero si por la manera en que me trataban cuando perdía.


Fue entonces cuando mi entrenador me dijo que viera una película que trataba acerca de Boby Fisher. Yo, no muy contenta con la idea, la compré.


Jugadas inocentes, no trataba solamente del gran ajedrecista Boby Fisher, si no que de un niño que aprendió a jugar ajedrez mirando a otras personas, tenía mi edad en ese entonces. Descubrieron que tenía talento para jugar, y lo hicieron entrenar, ir a todos los torneos. Entonces le pasó lo mismo que a mí, claro que en mayor escala, su nombre recorrió todos los Estados Unidos. Hasta que perdió. Desde ahí se desenvuelve una trama muy interesante en la película.


Mientras la miraba, me iba sintiendo mucho mejor, y me di cuenta que no hay que ser tan frío y calculador para jugar ajedrez, aunque así lo crean muchos que están enredados en su círculo.